miércoles, 9 de noviembre de 2016

Mi nueva Novela: VATICANO III



                                                     

¿Por qué se recomienda  leer Vaticano III?
Vaticano III va más allá de “El código da Vinci” y “Las sandalias del Pescador”. Es una novela inquietante con un desenlace arriesgado. La utopía: la liberación de los pobres. El riesgo: que una masa que supera los mil trescientos millones de almas se desestabilizase tras el Concilio. Un gesto que asombrará a todos será el detonante. Las consecuencias: ¿Le dejarían hacer los Poderes que dominan el mundo? ¿Cómo reaccionaría el Capitalismo? ¿Resurgiría el Comunismo con mayor fuerza? ¿Se apoderaría de los Mercados el Gigante Chino? ¿Se expandiría el Islam?  ¿Cómo respondería Israel al sentirse amenazado? Una novela que no ha de dejar indiferente ni a creyentes ni a escépticos, progresistas o conservadores, derechas o izquierdas.





 Fragmento  de la novela Vaticano III (capítulo 38).
Los Cardenales estaban reunidos a puerta cerrada en la residencia del Secretario de Estado. La conversación entre el representante  de la  Cancillería norteamericana y el Jefe de la diplomacia vaticana había alcanzado la crispación y sus palabras penetraban como puñales en el sentir de los eclesiásticos.
-          …¡Y debo advertirle, señor Secretario, que el  Presidente me ha autorizado a conminarle que, si se lleva a cabo el pronunciamiento,  ni  nosotros ni nuestros socios lo aceptaríamos pasivamente!
A ustedes les avala su autoridad moral, pero a nosotros nos sostiene el dinero, la influencia y el poder. ¿Es que Roma quiere arriesgarse  a volver a las catacumbas?
Vitelino, viejo zorro en el arte de la política palideció al escucharle.
-          ¿A dónde quiere ir a parar, señor Secretario?- acertó a decir.
-          Se lo diré con toda franqueza, señor Cardenal. Si el Pontífice no da marcha atrás es muy posible que se produzca el solivianto y la ruptura entre los fieles que se extienden por todo el mundo e incluso que se llegase a producir un cisma. No es éso cosa nuestra, pero sí que esa masa descontrolada  a la que él se refiere como “los pobres” pueda poner   en riesgo el orden constituido  y peligrasen los valores de Occidente. El mundo es como un inmenso tablero de dominó donde las fichas están íntimamente relacionadas. Si cae  la primera, arrastrará al resto.
-          Me temo no entenderle…-dubitó perplejo.
-           Si alteran su esencia para convertirse en un no se sabe qué, otras fuerzas podrían ocupar el espacio- precisó-Parte de los fieles desilusionados podrían ser captados por el viejo comunismo y Rusia ansía volver a ser la cabeza de gigante que ya fue. Otra parte podría ser absorbida por el Islam, que trataría de borrar del mapa a su eterno enemigo. ¿Qué cree usted que podría pasar si los judíos se sintiesen  realmente amenazados, disponiendo de  un arsenal…?
-          ¡Pero eso es llevar las cosas demasiado lejos!- protestó  sin dejarle concluir, detectándose en sus pupilar la misma incertidumbre que embargaba el ánimo de sus compañeros, que se esforzaban por mantener el más absoluto silencio.
-          Aún no he acabado. Tras forjar Rusia un nuevo imperio y extenderse el Islam, incendiándose el Oriente Medio, el peligro vendrá de Asia. Los chinos, sí. El gigante asiático espera asestar al sistema capitalista el zarpazo y hacerse con el control de los mercados internacionales, mientras que nosotros, bastante ocupados estaríamos con procurar controlar la nueva situación de guerra fría o caliente. Todo ello significaría el fin de la sociedad que conocemos y por la que hemos luchado juntos durante tanto tiempo.  Económicante, Occidente podría hundirse y la Media Luna enseñorearse por todo el orbe.
-          ¡Un cuadro desolador!- hubo de reconocer el purpurado.
-          Ustedes tienen el tarro de pandora en sus manos. Y ése es el riesgo si deciden abrirlo ¡Deben convencer por todos los medios a su Santidad para que no lo haga!

De la misma manera que el chasquido seco del rayo rasga amenazante el firmamento, aquellas palabras se les antojaron a todos sin excepción como una admonición.                      

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                                                      Presentación Vaticano III

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